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viernes, 31 de diciembre de 2010

Regalo de fin de año

Hoy se acaba el año y a pesar de todo ¡yo me siento feliz! Porque es esta hora y no me arrepiento de nada, pues con todo lo vivido, hoy mi mundo está repleto de luz.

Y si me llegan a regalar el futuro diré “gracias pero NO” porque la vida está para vivirla, para sentir el poder del amor, jugar con la alegría y perdonar las lágrimas derramadas y su por qué.

Muchos hablan de destinos escritos, otros de los astros, otros entregan todo a Dios, no importa en lo que creas, lo valioso está en tener fe en algo superior a ti; la vida sin duda es nuestro mayor regalo y sí, podemos estar iluminados, ser espectadores de señales y objeto de milagros, pero al final todo el poder está dentro de nosotros, en nuestros pies para enrumbar caminos nuevos e intransitables, en nuestras manos capaces de moldear la más hermosa obra.

¿Saben qué no perdona? El tiempo y el olvido. Si es amor lo que vives o sientes dentro de ti no lo des nunca por sentado, abraza con ganas, expresa lo que sientas ¡qué importa lo que piense la gente!

Llegó la hora del AMOR, es el último día del año pero el comienzo de otro, ¿estás vivo no?

Cree en el Dios que todo lo arropa, NADA es casualidad, hay lazos que nos unen y aún así son intangibles.

Suelta el peso y ¡VIVE!


Te deseo amor y salud, bendiciones a montones:


¡Feliz Año 2011!

jueves, 30 de diciembre de 2010

Promesa

Aún tras el paso del tiempo, existen cosas intangibles, amor en serie de capítulos; partituras de caminos que nos enredan las ganas de reencontrarnos, sin embargo, en aquella esquina del recuerdo, donde permanecen las cosas inmaculadas: ahí te veo y hablo contigo, ahí recupero cualquier pérdida.


Hay cosas fabricadas a la medida del corazón, para suturarnos desde adentro sin derrame posible. Aunque ha pasado tiempo, hoy existen imanes que nos unen, amor hirviendo en la caldera de la vida, sin que el tiempo ni la distancia lo toquen, pues por algo el lenguaje de los ángeles no es hablado.



Gracias por la promesa que llevo prendada en el corazón.




Para E.L.


Blanco y negro

Existencia justificada, universos paralelos a lo que el amor va cultivando en nosotros; tú eres un astro de oscuridad mientras yo soy un haz de luz.

Tú eres la tierra más distante aunque me causes delirios, tú que ni ves cuando me visto de explorador.

Mientras que mi corazón le gana al miedo, tú siembras un mar de dudas en un nuevo día, ¿será que me canso de esto de quererte mudamente?

Yo tan blanca, tú tan negro y aún así me atrapas, me envuelves y es que sin corresponderme, yo igual exploto de amor por vos.

Amar para mí es una prenda de paz, amarte a ti es formar una guerra sin tregua, ¿ahora qué hago yo?

Delibero aquello de serte sincera, me revuelco en el dolor este que me prende el pecho y es que yo quiero ganar tu corazón amañado y ¿por qué no? Mal herido.

Ciertas noches juegas a la distancia, otras te siento al respirar, ¿qué haces conmigo? ¡Nada!

¿Qué hago yo contigo? ¡Nada! Y eso desgarra mi corazón, porque quiero estar contigo, quisiera cuidar tu sonrisa, quiero demostrar que tu oscuridad combina con mi luz, que nuestras manos encajan y que nuestros labios se llaman.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿Qué hora es?

-¿Qué hora es? -pregunté yo.

-Es la hora de amar -dijo él.


Y empezó el mejor viaje de mi vida.

La verdad no sabía la hora, él me había quitado el reloj y toda cosa que me atara a la realidad.


-Ésta será tu realidad, la que vivas conmigo –me dijo al oído como si supiera mis pensamientos.


Caminamos por tierras que no creo conocer, árboles que parecían encubrirnos, como si huyéramos del mundo.


-¿Para dónde vamos? –le pregunté.

-¿Confías en mí? –preguntó mirándome a los ojos.

No dije nada y aún así le respondí, porque –obviamente- a él le entrego hasta mi vida.


Nos detuvimos de pronto:


-¿Hacia la izquierda o hacia la derecha? –me pregunta.

-¿Cómo? –dije yo.

Me replica: -escoge, ¿hacia la izquierda o hacia la derecha?

-Pero… (y me interrumpe diciendo)

–Hacia donde sea que escojas ir, ¡yo iré contigo!

-Hacia la izquierda –dije yo; y seguimos el camino de la mano.


Se escucha el mar a lo lejos, puedo oler incluso ese aroma particular; llegamos a la orilla como de un salto.


Él suelta una carcajada, le pregunto el por qué y me contesta: -¡Dios hace maravillas!


De pronto veo a alguien conocido, aparecen 2 y 3 personas más; “son aquellos que han partido” (lo sé pero no lo digo, sólo lo pienso; no hago nada).

Poco a poco reconozco a los demás, entonces él me dice -¿confías en mí, no? Ven, entra al mar conmigo-. Y entré…

-Pregúntame qué hora es –me dice.

-¿Qué hora es? –le pregunto.

-Ya tienes el amor, ahora es hora de VIVIR.


Y en un abrir y cerrar de ojos…

Desperté de un estado de coma.

Mi problema no eres tú ni yo

Él: alto, pelo largo y sedoso, apuesto sin que quede duda, un chico sobre 10 (entiéndase por atractivo al 100% y con un corazón que le desborda por la boca).

Compartimos la ciudad natal, ciertos gustos banales e infinidad de pensamientos; hay pasos compartidos aunque caminos disparejos.

Él: reservado e intenso, un caballero de la noche, tiene un escondite predilecto por allá cercano a la hora cero.

Yo: mujer independiente al molde habitual, poco crecida, mucho vivida a nivel del corazón, coqueta y poco experimentada en el amor.

Para las cosas triviales dejo pasar el turno, aunque con el amor me juego una fortuna; acostumbro a tener en la boca muchas cosas que decir, sin -obviamente- decirlas.

Tengo muchas cosas que contar de ti, muchas más que confesar de mí, el problema es que no tengo nada que decir de nosotros.

Cada mañana cuando te digo: “hola, ¿cómo estás?”, en verdad digo: “¿cómo abres los ojos hoy amor?”; cuando te digo: “cuídate”, te digo: “permíteme tenerte entre mis brazos” en el lenguaje del amor.

Él: un misterio sólo resuelto por mi aunque él no lo sepa; él tiene la aurora que combina con la mía.

Yo: la pieza que encaja con su corazón solitario; yo aquí donde me ven soy la madre de sus 4 hijos.

Él: un príncipe, un ejemplar de la perfecta imperfección de Dios; él es la razón de mi novela.

Cuando mi mirada se cruza con la de él, trato de decir “te quiero”; cuando lo saludo, en verdad beso su boca.

Mi problema no es él ni soy yo, mi problema es no tener nada que decir de nosotros.