-¡Hola! ¿Cómo estás?
Ven, siéntate conmigo, regálame un vistazo a esos ojos, utilízame para tejer tu tela de araña de encanto, no importa el tiempo que tome, hoy quiero jugar contigo.
Permíteme quitarte la soledad mientras tú ya verás qué quitarme; abrázame lento que yo te sostendré rápido entre las ramas de mi alma, la sagrada unión de dos apéndices.
Serenidad estratégica entre tus manos, las mismas que viven con hambre voraz, revoltosas en medio de una noche oscura quitándole a la luna cualquier intención de llorar.
-Bien, ¿y tú?
Desde hace un rato me preguntaba qué era ese olor silvestre, de pronto tu sabor impregnó mi paladar, dominio sensorial, no puedo echarte hacia atrás cuando opacaste mi sed y encendiste la luz.
Suave indulgente escucho tu corazón, los pulpejos de tus dedos atrevidos llenando un baúl de recuerdos rojinegros.
Labios eritematosos con escasos trozos de respiración, hondo el espacio donde me acurruco mientras recuperamos la conciencia.
-Bien, ¡mucho gusto!
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