“Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.” César Vallejo.
Vivimos en un mundo sobreviviente a guerras de hombres,
de lideres, de seguidores; unas por religión, otras por
tierra o poder tal vez. Todo esto ha pesar de que un
Dios Rey Supremo ya liberó la más importante de las
batallas.
Y muchas veces el mundo parece preocuparse más por las
cosas del otro; todo porque se olvida de sí mismo.
Todo porque le tiene pavor a su propio ser, y termina
siendo de aquellos que prefieren quedarse en tierra
que emprender vuelo, por miedo a caer.
Muchas veces son las que creemos que cerrando los ojos
se desaparecerán todos nuestros miedos; muchas veces
miramos la valentía del otro, la que nos falta, observamos
a lo lejos la felicidad del que tiene algo más que tú,
todo porque sientes haber perdido aquello que tal vez
nunca tuviste.
Y nos sentimos objetos del cólera de
nuestras ausencias, de aquellas personas que han
partido, y nos sentimos morir, nos atrevemos incluso a
cuestionar a Dios, sólo logramos ver el mundo y nosotros
en un rincón opuesto.
Sucede que te das cuenta como pasó el tiempo y cómo lo malgastaste,
en aquello que quisiste y nunca amaste; sucede que te das cuenta
que siempre lo has tenido todo, que eres exitoso, rico y fuerte pero
con días grises que sólo has permitido tú al ver los colores partir,
y entonces los males de tu mundo invaden el lugar más
débil de tu corazón.
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