El obrar de Dios siempre revoloteante aún cuando no prestamos atención, las señales esparcidas como migas de pan por el camino; los lazos que se unen en un abrir y cerrar de ojos.
Cuando logramos descansar en el regazo de la amistad, sopesar los desbalances de la vida, levantarnos con más fuerzas porque sabemos que nos espera algo mejor.
Tener el valor preciso para capitanear la nave de fe aunque se avecine un mar de incrédulos, orientar nuestros sueños con el sentido del viento porque sabemos que con Él nunca estamos perdidos.
Mantenerte cerca, gentil y noble aunque el tiempo busque coaccionarte el alma, ayudar a llevar la maldad cuesta abajo, saber que no existe nada muy grande; aprenderse a olvidar de lo que nos ata a la tierra.
Perdonar al que parte porque desconocemos su bitácora y sonreír porque podemos abrazar a Dios en el amigo que nos mantiene de pie, el mismo que se agacha de ser necesario para tomar tu mano y decirte que todo estará bien.
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