Qué difícil entender la diferencia entre tú y yo cuando nacemos del mismo origen, si percibimos a través de los mismos sentidos, si compartimos la misma configuración anatómica.
Es mi vida y aún así me encuentro en ti, como dos gotas de agua, tú allá y yo aquí, la comunión de dos espacios.
Somos versiones versátiles de lo que somos, lo que quisimos y seremos, energías ondulantes que se pasean en un camino de posibilidades, entre luz y oscuridad.
Mírame y pregúntame de nuevo ¿qué nos diferencia? No es el rasgo, ni la genética, no es tu arsenal material; es el poderío de tu interior, la valentía con la que te descubres y vas descubriendo tu alrededor.
Míranos de frente, sin importar a lo que juegues, a pesar de mi absurdo temor, tú y yo seguimos siendo las mismas figuras humanas rudimentarias, los anhelos de caminar en línea recta sin alejarnos del otro, la magia de confiar en el otro.
Por eso me revienta la inconformidad, tú y yo seguimos siendo dos con ganas de ser uno; ¿cuánto más quieres para quererme? ¿Qué es lo que necesitas para fusionarte conmigo?
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