A falta de apatía, disperso en el miedo, aterrizó justo en el medio de todo, un puñado de versatilidad, una galería de espíritus a base de colores.
Seres que viven del intento de ser mejor, cargados de esa clase de magia que desvanece el miedo y los prejuicios; como si el azar nos hubiese escogido con plena intención.
Nos juntaron para irnos descubriendo, para unirnos a medida que nos veíamos más lejos del montón, por el vago presentimiento de unos lazos que se hicieron más y más fuertes.
Observar cómo el tiempo se pasaba volando, cómo llovían las excusas, las razones a la hora de agradecerle a Dios que la junta había sido perfecta.
Culpables de tener siempre algo de qué reírnos, escribir los más lindos recuerdos, entre un grupo que se tapaba los defectos, que se tendía la mano, que de lunes a domingo se hacía presente.
Porque asumir que éramos diferentes era totalmente gratificante, porque cada uno de ustedes ocupó tempranamente mi corazón y ahora solo espero que una vez cerrado el ciclo, todos conservemos la llave que nos recuerde el regalo, y nos haga por siempre el grupo estrella.
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