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lunes, 9 de agosto de 2010

Al guerrero que lucha contra el cáncer

En el mundo se esconden millones de historias, de personajes, partituras que se desprenden del alma y salen a emprender vuelo.
Hay niños y niñas que llegan al mundo luchando por sus vidas, por una falla en su organismo, por la edad temprana o tardía de su madre, por el embarazo “inesperado”, relaciones sin matrimonios o por retratos sin padres.
Hay personas recatadas, que siguen las leyes terrenales y celestiales y aún así no son inmunes a los accidentes, a la irresponsabilidad del otro ni pueden evitar el infortunio.
Y están los seres humanos que sin importar el sexo, edad, religión, nacionalidad, estatus social o profesión, se enfrentan con lo que puede llamarse abismo, la batalla de sus vidas: el cáncer.
Llega con él la niebla, llega el enfrentamiento con aquello que no se puede evitar una vez que arriba a nuestro cuerpo; y se colorea de gris el día, el corazón late lo mínimo, vemos el reloj y parece mentira mientras vamos descubriendo la verdad.
Entonces, se agudizan los sentidos y nos vamos a la feria de días en los que se va de norte a sur, un día eres tú mismo y otro es tu batallón quien te lleva la mano al pecho para que escuches tu corazón y recuerdes que ¡estás vivo!
Se enfrentan así los acontecimientos épicos: las consultas, los tratamientos, escuchar hablar del estado de tus células, pasar desde un ratico hasta casi medio día recibiendo quimio, radio o la mejor terapia que requiera la muerte del enemigo que se hospeda dentro de ti.
Llegan los remolinos de las cosas pasadas, con sus respectivas preguntas de si “¿lo habré hecho bien?”, acompañado del eterno suspiro “¿y si lo habría hecho diferente?” y se brincan el presente y ven el futuro y no se cansan de preguntar “¿estaré ahí?”.
De igual manera aparecen y se pierden las personas, tales “visitantes” que no se sabe si vienen a apoyar y se van por no saber cómo ayudar o si sólo vienen a tomar nota de la “experiencia” ajena.
Y los remolinos parecen tempestad, pero se quedan en pie de lucha quienes los amamos entrañablemente, quienes frente a la incapacidad de dar la vida por ustedes, disponemos de todas nuestras fuerzas y municiones para matar al peor de los enemigos de la humanidad: el cáncer.
Pasan semanas, pasan meses y pasan años, pierden peso, pierden el cabello, descubren sensible hasta la célula más pequeña de su cuerpo, sin importar la manera, sin dejar de asombrarnos, ustedes resisten y no sólo sobreviven sino que se encargan de vivir ante todo.
Ustedes… Ustedes que se sostienen de todo: de la fe, de la esperanza, del amor, de la tierra; ustedes… Ustedes no saben que mientras más se agarran, más nos agarramos nosotros de ustedes, porque ustedes nos enseñan que cuando cierran los ojos y se encomiendan a Dios no es un camino a morir, ustedes se encomiendan a un buen combate, cierran los ojos para gritarle al mundo que ¡no hay miedo que detenga el deseo de vivir!

El cáncer ha marcado mi vida de todas las formas habidas y por haber, por lo cual siento un orgullo inmenso por aquellos que han librado esa batalla, porque el sobrevivir no es sólo cuestión de seguir con el corazón latiendo, sino de no darse jamás por vencido; he aprendido que se puede vivir a pesar del cáncer, pues no le doy el gusto de vivir a expensas de él.

1 comentario:

  1. La vida toma un mayor significado cuando la gente más cercana a nosotros sufre y sobrevive la tragedia.

    FORTALEZA.

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