Estaba yo en la cima del mundo, mirando a la vida por encima del hombro, fantaseando con aquellos aires de grandeza como si mi lugar fuese intocable.
Así aterrizó una tormenta en mi mundo, cuando vi lo desprotegidos que estamos, que la vida puede resumirse sin siquiera imaginarlo, tantas razones, caprichos que se desmoronan.
Sin poderlo entender iba directo al suelo, ya nada sería lo mismo, nadie está a salvo, ni la riqueza, ni el poder pueden hacerte salir adelante cuando la avalancha de la muerte se avecina.
Rogando a Dios que devuelva el tono a mi vida, que me dé el aliento para un nuevo día, yo prometo seguir luchando; arriba los brazos, la fe otorga esperanza.
Podré perderlo todo pero jamás el aliento, me haré fuerte, cargaré el reto y asumiré la batalla, lo pesado no se convertirá en cruz, será bendición y prueba, y lo conquistaré.
Jamás cederé, no hay otra vida más que ésta, mi alma está en Dios y ahí mi socorro… Mientras lloré las derrotas mundanas, hoy descubro que puedo levantarme para renacer porque de la entrega sólo queda la satisfacción.
Estaba yo tan equivocada, estoy viva, tengo a Dios, mi familia y amigos, ahora es cuando estoy en la cima del mundo.
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