Ese miedo que nos congela, esas cosas que suenan a tristeza, a un enclavado medular.
Son justamente los saltos al vacio, la impotencia, la voluntad insuficiente, los colores que juegan a las escondidas.
Claro como el agua, las palabras malintencionadas, las ilusiones sin tener a donde ir, la inteligencia emocional a punto de aplazar.
Encarar, preferir besar cualquier sapo; existe la maldad, la bondad, lo mundano y lo imposible, lo que toca tu fuerte y lo que vuela inerte.
Olvidar lo que se esconde, afrontar que la esperanza siempre busca crecer entre las grietas del suelo, imbatible, cursi, futurista y con poca capacidad intelectual.
Un hueco es mi compañia desde que resisto a punta de remiendas, el calor que me persigue, la soledad que se sienta mientras el salón se llena de gente.
Mientras caía la noche descubrí el recuerdo de la enseñanza que me acompaña: existen tesoros de cosas olvidadas, no conocidas, personas extrañas, sincronías, ráfagas, luciérnagas de mi camino perdido, siempre recorrido, cercano a la luna, cargado entre mis brazos sin intención alguna de soltarlo.
Mío, mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario