Es una roca en el desierto, mi balsa en mar abierto, el fuego en medio de la nieve, el sonido en la soledad, lo que me levanta y me pone en preaviso; la palmada, el beso y el abrazo, mi cielo y mi infierno.
La cordura y la locura, mi mar y mi fuego, la razón para comenzar de nuevo, aventarme al juego y enseriar mis ilusiones; soportarlo es fácil, hacerle daño tan difícil y romper el lazo con su mano, imposible.
El aliento cuando voy en caída, el causante de mi risa, el empuje de mis metas, el fiel pegamento de mi corazón.
La sorpresa, el modelo, mi compañero y amigo, quien seca mis lágrimas y me acerca al cielo, quien me hace compañía cuando el frío ataca, con quien discutir me hace mejor, con quien los secretos no son más grandes que la confianza.
Para decir esto me sobró el tiempo, él lleva años sosteniendo mi corazón entre sus manos; a quien amo y sigo amando, a quien el reloj no toca, porque no es un robot ni uno más del montón, es el hombre que escojo.
Nadie entrega su vida entera a otra persona, pero yo profeso compartir la mía con él porque no espero perfección, habrán conflictos pero más alegría porque al corazón nadie lo engaña, por esto yo empezaría de cero porque con él no siento miedo.
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