Quién podía saber, quién pudo haberme advertido que tus besos serían castigo, que mi pena podía llegarse a sentir vergüenza.
De todas las cosas posibles, yo pensé era imposible aquel encuentro, ahora de todo lo imposible resultó más que posible aborrecerte.
Lo más caótico es que de vez en cuando sigo pensando en ti, cuestiono la falta de sentido a esa bajeza, esa muestra de malversación.
Más claro que el agua, tú trajiste dicha acompañada de filo, un montón de alfileres sin razón y yo… Tratando de rescatar la cordura.
Ahora que recuerdo, yo a ti no te conozco, lo que creí era plenitud tal vez es abismo, tu sonrisa es la morada del engaño…
Y se pone cada vez peor, se hace difícil “tragarte”, casi imposible de soportar ese descaro tuyo de alejarte con otra y aún así esperar que te devuelva la fachadez impugna de tu sonrisa.
¿Por qué? Solo eso quisiera saber.
Tú y tus cosas con un plan para la posteridad y al final es bruma, neblina barata que emociona y luego cesa.
Qué lástima que ahora guardes en el lado turbio de mi corazón.
Quién pudo haber sabido que ante todo eres un hombre vil y barato.
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