Rostro atónico, debate magistral entre mis ganas de llorar, el impulso de ir y más que confortarte, golpearte con la dureza de mis palabras.
Si es posible asesinarte con mi mirada, quiero echarte al fuego y que desaparezcas esta misma noche.
¿Qué creías, que la oscuridad de la noche ocultaría tus fechorías? Ni lo pienses, mis ojos tienen gran alcance… Hasta para callarte la boca cuando declaras no tener malas intenciones conmigo.
Blanco y negro así te derivas en mi vida, un instante luz y otro oscuridad, un tanto rosa y mucho más espina.
Es momento que entiendas que la verdad es absoluta, la verdad no se modula, no se fracciona, no se escoge qué decir ni en qué momento.
Tantas habladurías y tantas teorías que escuché de ti quien sabe si son ciertas pero yo te defendí y en este momento y para siempre soltaría tu mano.
No comprendo tu atropello, que confuso esto de admirar y herir, estar orgulloso y sacar tiempo para jugar conmigo.
Que suenen las copas, que desafinen las canciones y se liberen las lágrimas, hoy borro tu rostro de mi vida, hoy será mejor que te prepares porque mientras envuelvas a otra, yo te dispararé con mi verdad de frente, en el momento exacto, como lo hacen los valientes.
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