No se llama casualidad a aquellas sincronías perfectas,
eso se llama: el obrar de Dios,
perfecto en toda medida.
Cuando dos extraños encuentran
la similitud y aquella unión perfecta,
porque consiguen compartir
un sueño, un anhelo y una fe.
Yo lo he visto y lo he vivido,
comprobé eso de las amistades que crecen
y se fortalecen con los años,
aunque haya bastado una minoría
al inicio de la era.
Los grandes complementos que se mantienen
tras la cohesión del tiempo y las distancias,
qué cosas las derivadas de Dios:
están para siempre aunque no se puedan ver ni tocar.
Y así es ¡qué perfecto Dios y sus cosas!
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