Parece que te dije ¡no te detengas! Cuando esta dama finalmente estaba aguerrida con el instinto asesino en potencia.
Horas destinadas a hablar acerca de una misma historia, con los buenos deseos gastados a lo lejos por allá cercano a mi media sonrisa.
No te extrañes si mañana sale mi corazón en la prensa, sabrás que tu malévolo plan ha funcionado y me he convertido en un monstruo.
Puede que cuando mis retazos de ilusión despeguen para no regresar, podamos hablar tú y yo, al saber que ciertamente no te pareces a ningún otro, eres aquel que al arrancarme un beso también desprendió mi alma.
Ahora ya sé suturar -que te lo cuenten mis heridas superadas- búscate un espejo para que veas que no me parezco a nadie.
¿Qué ves? Si soy la misma que te aceptó mil veces, la culpable de su suerte, soy yo tu alma enemiga y espero que después de mí aprendas a decir lo siento.