Pregunta con respuesta

Comenzaré con una pregunta simple ¿en serio eres la misma persona? La respuesta varía según el escenario: frente al espejo, frente a ti, frente al otro, frente a la nada; dirigido a ti, a mi, a él…
¡Disparates! Eso parece, eso creerán los demás; cuchicheos a oídos ajenos que se traducen en la gama más variable de temas sutiles, incoherentes, micros, sublimes, enriquecedores, ensordecedores, pero sobre todo ¡jugosos!
Son pinceladas que engalanan este transitar tan apático en el cual hemos sido arrojados y sí, puede existir agobio por las injurias o el fenómeno post-ictal, pero al final en medio del hábitat desenfrenado, existe también una bocanada esperanzadora.
Pregunté si eres la misma persona por esa manera de fluctear: blanco y negro, calor y frío; lo pregunto con insistencia y entusiasmo, espontáneamente, para saber si soy testigo y/o partícipe de la magia y del poder de aquello que nos antecede y aún así nos toca, nos aboca a tomar parte de lo que vive transitando alrededor de muchos sin siquiera pernotar.

Entonces, terminaré con un ¡G R A C I A S !

Arraigado

Arraigado, justo en el centro de toda certeza, donde reposa lo suspicaz, las ansias, los procedimientos inequívocos acerca de la razón y el corazón.

Por los días que se van volando, no se sabe con certeza si esto es tierra firma o acaso estamos suspendidos en una ilusión alopsíquica.

Mareas que sólo dejan letargo, unos angustiados otros felices, pero todos víctimas de la escala que sobrepone los poderes.

Lo que parece conocido, otro tanto una pesadilla y el resto, un mero chiste; pasar el día eclipsados, sumergidos en una nube de estática que nos mantiene inertes, estupurosos.

Arraigado a nuestra intimidad, a la complicidad, intentando colarse a nuestro subconsciente, tratando de liberar las fuerzas oscuras.

¡Despierta!, hazlo rápido, visualiza: es sólo un tonto miedo; cierra la compuerta, los circuitos a tono, despierta y date cuenta que lo verdaderamente arraigado es tu coraje y tu voluntad de seguir adelante.

Abatida ¡jamás!

Aventada de frente a la situación de entender sin comprender, de correr sin caminar, de prisa sin derecho a enfriarme ni a pestañar.

Encerrada, ahogada, casi sepultada… Con ganas de vicios que oculten las fallas, atributos que desvíen las miradas, caminando de igual manera sin que intenten joderme.

Sin agradecer el llamado no pedido, batallando, soportando que esto es realidad de mi mundo, que el trazo a recorrer es a juro: todo o nada..

Ver a todos y ver distintos puntos de vista, alrededor de mi mundo, de mi círculo interno, del área de confort, todo ido, todo en penumbra.

Permanezco despierta sin pestañear, esquivando los hirientes intentos de abatirme, soportando los estragos que buscan llevarse todo menos los kilogramos de más.

Duro trabajo, con caídas por doquier, al final del día sólo queda desagrado por aquellos desensibilizados y empiezas a correr desbocado por el pavor de que ese tipo de fuerza te toque siquiera.

Suspendida, no puedo con nada más que lo que afronto día a día, se me escapa el aire, pero el sueño ¡jamás!

Si abatida deseas verme ¡aprovecha! que tengo sueño, porque aún con todas las fuerzas en off, quien soy no lo doblego ante nadie, ni hoy ni mañana, ni por razón ni por error.

Asunción

En todo el universo no existe algo tan real, religión por fe o mandato, espiritualidad vs automatismo.
Se ve de todo en esta vida y aún así vivimos tan poco, tanto queda en la estela, tanto arbol que sembrar, libros que escribir e hijos que traer al mundo.
Sentir miedo no sólo es aterrador en sí, súmale el peso que hay que cancelar a la sociedad tan solo por sentirlo.
A veces el despertar es mucho más que abrir los ojos, tiene que ver con abrir el corazón, encararnos con valor, sin importar lo que pase San Pedro nos llamará y más que eso, nos invitará a pasar.
Se escucha al fondo una melodía, en medio de calor y frío, el mundo que conocemos se agota, se avecina algo grande y ahí es justo donde nos medimos: destino o realidad.
La invitación constante, la búsqueda fructífera, sentirnos ricos aún sin saber contar.
Asunción, asunción, esperanza divina de que nuestro camino más que perfecto, sea real y vistoso.

A veces

A veces, sólo a veces me permito descansar en el letargo que me dejan las constantes exigencias: el tiempo, las personas, la sociedad.
A veces me pregunto si verdaderamente vivimos para nosotros o para saciar el hambre ajena, y yo digo: ¡ni siquiera somos capaces de responder a las preguntas elementales!
A veces pesimista, a veces especialista en sonrisas, con la misma voluntad, tratando siempre de moverme aunque mantenga el eje.
A veces -muy pocas- soy lo que quieren que sea y ¡qué pena he sentido! Ha sido una herida con secuelas.
A veces me distraigo con lo guapo pero ¡qué va! No todo lo que brilla es oro... Eso sí: yo he encontrado tesoros en la pila de "desuso" del resto, es decir, he sido feliz en la prole.
A veces sueño, a veces ni descanso, pero siempre logro conciliar el sueño pues me cuido de los cargos de conciencia.
A veces soy astuta, aunque la mayoría de las veces creo en la gente, en su voz y lenguaje corporal infalible.
A veces me supongo cobarde, ésas veces son más miedo que nada; a veces busco una lupa para encontrar las intrucciones a lo complejo de la vida.
A veces me la echo de dura, pero casi nunca me funciona, digamos que me mantengo activa en el arte de lo invisible y es que tengo fe en las cosas que hacemos sin conciencia porque lo hacemos de corazón.
A veces -la mayoría- me rio sola y muchos pensarán que estoy loca, cosa que me alegra para no tener que poner en preaviso a nadie.
A veces decaigo, pero rendirme ¡jamás! Algo siempre vale la pena: el sueño, la sonrisa, el abrazo, el mensaje.
A veces estás sola, pero otras estás en compañía, de ésas que te aportan oxígeno, que te hacen vivir más y mejor, y esas veces, valen por un millón.
A veces, sólo a veces sucede ¡atenta!