Lejos ciertas veces todo es mejor, cuando somos capaces de callar todo y colocarlo en off, mientras abres los ojos y ves todo con claridad.
Cuando nos aventuramos a la locura de vivir sin medida, a sabiendas de que somos luz en la tierra y que somos capaces de generar una sucursal del cielo.
Mientras se va apagando la imagen de lo que conocemos, precisar el amor dentro de nuestra mirada, recurrir a los buenos recuerdos para formar una plataforma que nos impulse hacia un nuevo tiempo.
Esperar sin desesperar, darle la mano a las cosas olvidadas, aprender de a poco a cómo volar, sopesar lo amargo del tramo y tener clara la idea de que hacerlo mejor depende de ti y de nadie más.
Saber que ocupas tu lugar ideal, que nos hacemos más humanos cuando aceptamos aquello que nos disgusta, que el sonido nos transporta a otro mundo, que entre la palabra y el gesto, siempre gana el gesto porque nuestra esencia es inmodificable.
La sorpresa de lo venidero, la clave de hacer inmortal lo que muere cada día, revivir lo que carece de causa, absolvernos de la culpa porque sabemos que aún tenemos tiempo de cambiar.
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