Mirarte y encontrarme justo en la profundidad.
Saber a qué sabes antes que lo que piensas.
Entender el silencio de tus espacios y valorar la simplicidad de tus palabras.
Me tomas como a un tablero de juego, siempre atinando al blanco.
Avances entre los cortes de tu respiración y la mía.
El cielo que toco cuando me dices al oído te quiero.
Acuarela el paisaje que nos acompaña como queriendo imitar la lluvia que nos arropa.
Víctimas del fiero ataque de un volcán, achicando las esquinas no conocidas de mi ser.
Tú y yo. Nadie más.
Centinelas nos rodean y nos hacemos expertos en fingir demencia aunque tú la practiques cada vez al verme.
Me gusta verte con las manos y tocarte con la boca así seguimos hablándonos con los ojos como dos extraños que se hacen íntimos a cada rato.