En el aterrizaje de lo inesperado, tendida debajo del sol, esperando el retorno de la lluvia; la música, el mar y el chocolate me bastan, pudieran las vacas volar y aún estaría feliz.
Poco a poco comienza a subir la marea, puedo ver claro, el brillo real de las cosas, el valor para despedir a los impostores del camino.
Caminando veo como muchos usan al destino como arma, cuando la libertad no marchita es lo que nos mantiene a flote todos los días.
Justo cuando piensas haber perdido te das cuenta que es mental, las cosas pueden ausentarse sin hacernos falta porque sabemos que el motor del corazón lo llevamos cargado.
Cuando se alejan quienes estuvieron a tu lado, no le restes al amor, si crees que fue tu error, respira, el tiempo gris pasa como pasa la guerra; estando aquí comprendo que soy parte del mar, mientras tuve el corazón roto, una ráfaga de agua se llevó el vacío y el dolor.
Observando el reflejo sabes que eres lo que está parado ahí; pelea por tu paz, lucha y no descanses hasta encontrar el tesoro de tu vida, no te detengas hasta que reír resulte natural, hasta que la muerte no te de miedo y que aún años después no quieras más que tu vida para soñar sin final.
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