Yo solía reposar en el lamento de las cosas que quería y no tenía ¡cuán obtusa! Por no saber ver, no abrazar la vida y sonreír porque nada es eterno en el tiempo, la eternidad la fabricamos día a día.
Eternidad cuando continúas diciendo sí a la gente que vive en tu corazón y a la que toca la puerta, sí a lo que haces, forjando eternidad mientras continúas decidiendo.
Ahora que lo pienso solía muchas cosas que hoy no, he dejado de esperar porque comprendí que la carga es inocua mientras tú no haces nada, por eso sólo espero por mí, espero porque invierto y trabajo.
Solía tener miedo del tiempo y que éste no fuese suficiente, hasta que comprendí que solo yo hago eternos mis días, no por hacerme inolvidable sino por hacer perpetuo lo que hago, lo que siento y lo que sueño, por mí que se esfumen las palizas, las heridas y las personas que sólo han venido a husmear.
Eternidad la que llevo conmigo todos los días cuando plasmo mis palabras, cuando abrazo y digo ¡te quiero! sin importarme el día o si lo escucho de vuelta.
¡Qué importa! Si es viernes o lunes, si te conozco lo “suficiente”, si te lo dije ayer, si te gustan o no los abrazos, hoy estoy aquí, mañana no sé y si le doy el poder al otro habré perdido.
¡Quiero hacer eterna mi vida! Aunque mañana muera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario