Desde siempre he pensado que nuestra mirada se pierde justo en el punto en el que Dios se dispone a obrar.
Que aunque no reencarnamos, en ocasiones nos reencontramos con amigos que parecen ser de antaño, seres que pueden tocarte el alma mucho más que el cuerpo.
No podemos entonces precisar el poder de lo intangible pues cuando prestamos atención aún sin mirar, podemos ser objeto de la magia.
Resulta imposible a final de cuentas ser menos soñador, porque cuando somos fiel al corazón, ser payaso o salvador da una misma sensación; si mantenemos nuestro espíritu gentil, si a pesar del entorno, logramos separarnos y hacerlo algo mejor.
Hay fronteras que no alejan, diferencias que terminan por hacernos cosquillas, porque logramos traducir el mensaje, en medio de lo espontáneo habita Dios, justo en el centro de todo aquello que nos reta, que nos hace reír en medio de caras largas, aquel buen deseo por quien recién conoces y te dibuja una sonrisa porque te hace mejor y te da razones para agradecerle al mismo que los cruzó.